Historia de la Orden del Temple
La Orden del Temple nació en Francia el 12 de junio de 1118, por la necesidad de prestar seguridad a los peregrinos de Tierra Santa y a la civilización cristiana en oriente. Se define como una “Orden de Caballería Cristiana, Iniciática, Filantrópica y Ecuménica”, que al encontrar su origen en los altos ideales y principios de la Caballería Cristiana, busca irradiar desde estos su actuar hacia todos los individuos sin distinción política, étnica, social o religiosa.
Jerusalén, año del Señor de 1118. En un comienzo, la Orden fue fundada por nueve caballeros franceses, quienes se unieron con la misión de cuidar los caminos que conducían a Tierra Santa, para proteger a los peregrinos de los asaltantes. Así el Rey Balduino II, poco después, les entregó como alojamiento una parte de lo que fue el Templo de Salomón y de ahí que se nos conoce como Caballeros Templarios. Frente al Patriarca Teocleto, 66° sucesor de la línea de San Juan, nuestros hermanos cumplieron con los tres votos monacales: obediencia, pobreza y castidad. Nueve años después, el monje cisterciense Bernardo de Claraval logra concitar un concilio en la ciudad de Troyes (Francia), donde la Orden es reconocida en forma oficial por la Iglesia Católica Romana, ocasión en que se la exime de toda dependencia con excepción de la papal.
El propio Bernardo elabora las reglas del Temple y esta adquiere el manto blanco del Císter. Unos años después, los templarios son autorizados a exhibir la cruz roja de ocho puntas sobre el lado izquierdo de sus mantos. A partir de ese instante y como “monjes-guerreros”, los Pobres Caballeros de Cristo se involucran de lleno en las Cruzadas, tanto en Tierra Santa como en España. Luego San Bernardo escribirá un texto denominado “Loa a la Nueva Milicia”, destacando la diferencia entre los caballeros de la milicia de Cristo y la caballería secular. De ahí extraemos lo siguiente:
«Un nuevo género de milicia ha nacido, desconocido en siglos pasados, destinado a pelear sin tregua un doble combate, contra la carne y la sangre y contra los espíritus malignos que pueblan los aires. Intrépido y bravo soldado aquel que, mientras reviste su cuerpo con coraza de acero, guarece su alma bajo la loriga de la fe; puede gozar de completa seguridad, porque pertrechando con estas dobles armas defensivas, no ha de temer ni a los hombres ni a los demonios. He aquí los hombres fuertes que el Señor ha ido eligiendo desde un confín a otro del mundo, entre los más bravos de Israel para hacerlos su escolta, a fin de guardar el lecho del verdadero Salomón». (De Laudae Novae Militiae, San Bernardo de Claraval).
La presencia de los antiguos templarios en Medio Oriente les permite tomar contacto con otras culturas, especialmente la islámica y la judía, que sin duda asimilaron con gran entendimiento. Así comienza la búsqueda del conocimiento ancestral que lleva a la Orden a ser la gran constructora de la época. Paralelamente, su crecimiento económico resulta impresionante. Los hermanos comenzaron a utilizar la letra de cambio, transformándose en los grandes banqueros de la Edad Media. A fines del siglo XIII, el ingreso percibido era equivalente a unos dos millones y medio de libras esterlinas actuales, monto superior al de cualquier Estado europeo de esos días.
Durante la Edad Media, los templarios transformaron la construcción románica en gótica. De esa forma, intervinieron en la edificación de alrededor de 70 catedrales, para lo que le dieron protección a muchos albañiles y artesanos. Por esos años lograron también armar una flota naval propia y abrir rutas al comercio. Después de la caída de San Juan de Acre (1291), la Orden se retiró a Chipre, desde donde nuestro Gran Maestre, Fr+ Jacques de Molay, fue llamado por el Papa Clemente V a instancias del Rey de Francia, Felipe IV, llamado “el Hermoso”, desplazándose con algunas riquezas templarias a París.
Francia, año del Señor de 1307, madrugada del viernes 13 de octubre. Nuestros hermanos franceses son detenidos por orden del monarca de dicho país, quien, junto a su colaborador, Guilerme de Nogaret, impulsó una confabulación para apoderarse de los bienes de nuestra Orden. Con ese propósito, arranca falsas confesiones mediante compra o tortura y acusa al Temple de los más infames y horrendos crímenes. El Papa Clemente V, un hombre de débil carácter y quien se encontraba enfermo, tras una pequeña resistencia, finalmente cede a las presiones del monarca y junto con disolver la Orden, no impide que Jaques de Molay sea quemado el 18 de marzo de 1314. Posteriormente, la Orden siguió sus pasos a través de la Orden de Cristo, continuadora de la Tradición Templaria original, cuyos máximos exponentes fueron los navegantes portugueses.
El último Gran Maestre de los templarios, Jacques de Molay alegando inocencia (circa 1500)
Día 22 del mes de Abril del año 1500 de Nuestro Señor. Naves con la cruz de la Orden de Cristo llegan a los alrededores donde hoy esta ubicado Bahía de Fe o del Espíritu en Brasil. Al mando de ellas viene Pedro Álvarez Cabral. Pocos días antes, domingo el 8 de Marzo de 1500, terminada la misa en la torre de Belem, el Rey Don Manuel I, toma el estandarte de la Orden de Cristo, que estaba sobre el altar, y se lo entrega a Pedro Álvarez Cabral, el Comandante que irá al mando de una escuadra respetable de 13 navíos y 1500 hombres. Además del tamaño de la escuadra, fuera de lo común para la época, el Comandante Cabral no tenía ninguna experiencia como navegante, sólo estaba al mando de la escuadra porque era Caballero de la Orden de Cristo y, como tal, el Rey le había encomendado dos misiones: La primera, crear una Administración en las Indias y la segunda: tomar posesión de una tierra ya conocida, el Brasil. La presencia de Álvarez Cabral en esta empresa era indispensable, porque sólo una compañía religiosa- militar autónoma del Estado y heredera de la mística de la Orden de los Templarios tenía la autorización Papal (tal como en la cruzadas) de tomar los territorios a los infieles (en el caso brasileño, los indios).
Día 26 de abril de 1500. Cuatro días después de haber avistado la costa brasileña, nuestro hermano Caballero, Álvarez Cabral, cumplió su primera tarea: levantó y clavó, donde hoy es Porto Seguro, el estandarte de la Orden de Cristo que le había entregado el Rey y mandó rezar la primera misa en el nuevo territorio. Vaz de Caminha escribió lo siguiente sobre la solemnidad de ese momento: “Ahí estaba el capitán y la bandera de la Orden de Cristo como aquella salida de Belem, en que siempre estuvo en alto”.
Para los monarcas portugueses, la primacía de la Orden era muy conveniente. Es que detrás de los descubrimientos, estas cruzadas venían a hacer grande al reino y a traer nuevas riquezas. Así, la Orden de Cristo transformó a esta pequeña nación ibérica en un imperio que abarcó los cuatro puntos cardinales del planeta. En el castillo medieval y convento de Cristo, en Tomar, que todavía se mantiene en pie, funcionó la sede de la Orden de Cristo entre los años 1307 y 1550, y fue ahí donde se guardaron los secretos de las grandes navegaciones.
Portugal fue el lugar de refugio por excelencia de nuestros hermanos del Medioevo que huyeron de la persecución de Felipe de Francia. Llegaban a Tomar y a la base naval de Lagos con todo lo que tenían y en los más increíbles medios de transportes. Especial mención hay que hacer del pueblo gitano, cuyas caravanas hicieron de refugio para muchos templarios llegados a Portugal. Fue el Infante Don Enrique, tercer hijo de Don Joao I, quien se incorporó el 1416 como Gran Maestre de la Orden de Cristo, y a quien le debemos el antiguo y osado proyecto de circunnavegar el África y llegar a la India para unir oriente con occidente. Durante las Cruzadas, el Temple conoció la existencia de ricos pueblos en Asia gracias al traslado de peregrinos en sus barcos.
Para muchos investigadores, el destino de los tesoros templarios fue Portugal y esto en razón de que el Rey, Don Denis (1261- 1325), decide garantizar la permanencia de la Orden en territorio portugués, ya que sugiere una donación formal de los bienes de la Orden a la Corona y a renglón seguido, decide nombrar un administrador templario para cuidar de ellos. La ejecución de nuestro hermano Maestre De Molay no lo intimidó, ya que en 1317 reitera que los templarios no habían cometido crimen en Portugal y transfiere todos los bienes del Temple a la Orden de Cristo recién fundada. Dos años después, el Papa Juan XXII reconoce a la nueva Orden, y aquí comienza una nueva era para el Temple, con una nueva misión.
Pedro Álvarez Cabral, por Francisco Aurélio de Figueiredo e Melo (1854–1916)
De aquí en adelante tuvo lugar una empresa de mayor dimensión que las Cruzadas. Los Papas emitirán 11 bulas privilegiando a la Orden con monopolios para África y las tierras por descubrir. Hasta mediados del siglo XV, los Caballeros de Cristo tomaban la iniciativa sin esperar la acción del Estado portugués. Una vez iniciada la colonización, eventualmente daban a la familia real portuguesa el dominio material de los territorios, manteniendo ellos el control espiritual. A la corte le interesaba promover el desenvolvimiento de la producción de riquezas y del comercio; cabía entonces consolidar las posiciones que habían sido descubiertas.
A medida que la Corona fue consolidando el comercio en las nuevas rutas, fue también absorbiendo los poderes de la Orden, hasta que en 1550, el Rey Don Joao III pide al Papa Julio III fundir las dos instituciones. Con esto, el Rey de Portugal pasa a ser siempre el Gran Maestre de la Orden de Cristo y su hijo tenía derechos sobre este maestrazgo también. Así es como los cruzados portugueses adoptan una de las cruces mas antiguas de la cristiandad, la Cruz Copta.
Año del Señor de 1461. Se descubre oro en Guinea. Los portugueses continúan con la idea de reconquistar Jerusalén y encontrar el legendario reino del Preste Juan (que sería un núcleo cristiano habitante de tierras orientales). En 1492, encuentran en Etiopía una monarquía cristiana y en 1541 los etíopes pedirán ayuda a Portugal en contra de los turcos. Con 400 portugueses liderados por Cristóbal Gama, quien muere en combate, ganan la batalla contra los turcos y muchos portugueses, por propia decisión, se quedan definitivamente en Etiopía.
El monopolio del pilotaje pasa a ser más desafiante y en Tomar se extreman las medidas de seguridad para con la información, que es buscada por espías (especialmente españoles e italianos), que buscan con fervor los mapas guardados por la Orden, la que solo garantiza el acceso a estos mapas a los navegantes portugueses. En Tomar y Lagos, los navegantes ascendían en la jerarquía sólo después de haber demostrado una lealtad comprobada, mejor si era en batalla. Sólo entonces podían conocer los relatos de los navegantes de regiones desconocidas y ver las preciosas tablas de declinación magnética que servían para calcular la desviación entre el Polo Norte verdadero y el Polo Norte magnético, y que les permitía usar la brújula correctamente con los mapas de navegación astronómica hacia el Hemisferio Sur.
España, tradicional adversaria, también hacía política con el Vaticano en contra de los monopolios de la Orden, en una acción creciente de poderío militar que terminaría con una guerra fronteriza de dos años en la que Portugal gana. Así, Fernando e Isabel de Castilla comienzan a interesarse por los viajes hacia tierras de oeste. Con el viaje exitoso de Colón a América en 1492, el Papa Alejandro VI, un español de Valencia, reconoce en dos bulas lo que el navegante genovés había descubierto y rechaza las reclamaciones de Don Joao II sobre las nuevas tierras pertenecientes a Portugal. El Rey no se conforma y amenaza con una nueva guerra, generando una controversia de la que surge una negociación entre ambos reinos en 1494, en España, y que desemboca en un tratado para dividir el mundo en dos: el Tratado de Tordesillas, que traza una línea desde el Polo Norte a 370 leguas al oeste. Quedaban así al este de esta línea divisoria los portugueses y al oeste, los españoles. De esta manera es como Brasil queda en la parte portuguesa. La tradición dice que el nombre de Brasil viene del Palo-brasil (una madera color de rosa), sin embargo, el nombre de Brasil ya estaba en los mapas en el año 1339.
De acuerdo a los hechos anteriores, es importante que tomemos cabal conocimiento de la historia que da origen a nuestra existencia sudamericana y cómo la Orden del Temple y su continuadora, la Orden de Cristo, ha estado vinculada directamente con nuestra gran empresa templaria. Cuando Álvarez Cabral clavó el estandarte de la Orden en suelo sudamericano, no habían ni cercos ni banderas de los Estados que hoy componen la región. Esta es la primera lección que debemos sacar de ello. La segunda es el espíritu de esta empresa civilizadora, no diferente al que nuestros hermanos templarios tenían en el Medioevo. Ambos elementos no pueden ser desconocidos en el contexto histórico de América Latina, porque dan la pauta de cómo debe seguir imperando el espíritu templario.
Año del Señor de 2001, Ciudad del Vaticano, 13 de septiembre. Fue encontrado en el Archivo Secreto Vaticano el “Acta Original del Proceso a los Templarios” (conocido como el manuscrito de Chinón), firmada de puño y letra del Papa Clemente V, en la que absuelve de toda herejía y apostasía a la Orden, al Maestre Molay y a los altos dignatarios del Temple. Este documento permaneció guardado en secreto durante nuestra apología debido a las amenazas de separar a Francia de la Iglesia, hechas por Felipe el Hermoso. Y la historia, ahora, continúa con nuestras obras.